No tengo palabras para describir lo maravilloso que fue el Celsius 232. Ha sido la primera vez que he ido al festival y lo único que puedo hacer es preguntarme qué es lo que me ha mantenido tan ocupado los veranos pasados, qué estaba haciendo que pudiera ser remotamente tan genial como el Celsius. Ya tengo claro que el año que viene estaré allí seguro.
Lo mejor fue la gente. Desvirtualizar a un montón de amigos y, además, conocer a un montón de gente nueva. Pude pasar tiempo con Rafa de la Rosa (y comprarme su última novela, Compañeros de caza, que ya he terminado. Podéis leer mi breve reseña aquí) y M.P. Moles, que son encantadores los dos, y a quienes volveré a ver pronto, en el Ansible. Además, tuve la oportunidad de charlar un rato con Pedro Mañas, después de escucharle recitar en el taller de poesía para niños (y algunos adultos).
Hicimos la presentación de la antología Madre de monstruos, que salió muy bien. La condujo brillantemente Ricard Ruiz y participamos en ella Covadonga González-Pola y Haizea M. Zubieta. ¡E incluso aparecimos en el periódico!
Las actividades a las que pude acudir fueron estupendas. Algunas tan animadas como la de la Editorial Cerbero o tan llenas de risas y entusiasmo como el encuentro con Iria G. Parente y Selene M. Pascual.
Fue un placer poder escuchar hablar a Becky Chambers (la autora de El largo viaje a un planeta pequeño e iracundo, que estoy leyendo ahora mismo y recomiendo encarecidamente) sobre la diversidad en sus novelas.
También el panel en el que participaban Becky Chambers, Kameron Hurley, Ian Whates, Ian McDonald y Lisa Tuttle fue muy interesante. Y esa noche, la última del festival, disfruté de una de las cenas más entretenidas de mi vida en la maravillosa compañía de estos tres últimos y sus parejas Helen y Enid.
¡Qué semana tan increíble!
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